El gobierno anuncia optimista el auge del turismo que desplaza otros valores de ingreso en la economía nacional. La noticia es positiva pero deben tenerse en cuenta varias alertas dadas por la experiencia; se advertido sobre el turismo sexual que ha sido elemento destructor en el comportamiento social, higiénico y d e mera dignidad en sociedades fustigadas por su auge,
tales como Medellín y Cartagena donde el crimen, el tráfico sexual de la infancia y otros muchos acontecimientos, ponen en riesgo los valores humanos y sociales sin que el control del opere como debe ser.

Tras la crisis moral y de las costumbres que el fenómeno acarrea, sobrevienen otros daños para el ambiente sano que incluye a la naturaleza misma como bien se observa en el deterioro creciente de esas regiones.

El turismo requiere de una educación particular y masiva a fin de hacer conciencia de pertenencia y preservación de las riquezas naturales que incluye el aire y el agua, el paisaje, y sobre todo, el respeto a etnias y costumbres humanas. La preservación de la flora y la fauna se tornan en grave peligro para su supervivencia y sus riquezas; la capacidad destructiva de un negativo concepto del turismo destruye, invade y aniquila patrimonios que la naturaleza nos da y todo se vuelve vulnerable con pretextos turísticos.

Lo dicho no contradice la necesidad de fomentarlo en sus maravillosas diversidades históricas, antropológicas, paisajísticas; requiere destrezas, senderos, infraestructuras que no alteren los entornos; que la fauna ni la flora no sufran los tóxicos que el intruso va dejando y la destrucción invasiva y depredadora, cuando no existen criterios idóneos para su ejercicio.

Un informe del diario El Espectador, da cuenta de lo que ocurre en los Lagos de Tarapoto en El Amazonas en predios del resguardo indígena Ticoya, que según el informe empiezan a sentir los daños del cambio climático con escases de agua, alteración del régimen de lluvias y otros males inesperados para lo cual la presencia masiva de turistas (24.000 anuales en Puerto Nariño, requieren multiplicidad de servicios que no siempre existen ni la estructura para ofrecerlos; hay una saturación de alojamientos: 40 servicios entre operadoras, agencias, alojamientos, guías, etc.

“Aunque la industria del turismo genera uno de los principales ingresos económicos para el municipio, hay comunidades que se están cuestionando sobre el impacto social y ambiental de esa actividad”, dice el informe de María Paula Lizarazo y todo esto sólo en el Lago de Tarapoto, primer complejo de humedales en la Amazonia, donde empieza a saberse de la disminución
de especies de peces y depredaciones que afectan la alimentación de los delfines rosados y grises que se encuentran por ello en riesgo de extinción; las actividades invasivas, el ruido de motores, la audacia punible de cazadores-turistas y otras actividades han disminuido en un 57% la población de los delfines.

El problema –dice el informe- no son tanto los turistas como los operadores que abusan de las lanchas, y hasta negocian las infracciones, ese turismo “ está desconociendo las reglas de los acuerdos de pesca y no involucra, como debería ser, a las comunidades en dichas actividades que deben tener un sentido comunitario, conservacionista, investigativo y didáctico. Y ya
sabemos que la Amazonia ha perdido en los últimos años, 54.2 millones de hectáreas. El turismo no puede ser depredador, ni masivo y sin enfoque de valores. Tarapoto es apenas un ejemplo de lo que sucede en muchos lugares de turismo sin reglamentación, vigilancia para que esa industria no se convierta como en la fábula, en la gallinita de los huevos de oro.

ORLANDO VARGAS Y LA LAGUNA VERDE

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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