La Fundación Amigos del Planeta dedicó el mes que termina a formular una serie de reflexiones acerca del rol del agua y formas específicas de su presencia en nuestro planeta, como motor ineludible de vida. Porque la vida no existiría sin su presencia y el ser humano sería una quimera inexistente. Y el hombre, ese ser “inteligente”, en función de sí mismo, debe asumir el compromiso total para con el agua, nutriente de su ser, su carne y sus huesos, su espíritu y su futuro. Pero pareciera que ese homo sapiens olvida sus compromisos espirituales y físicos para con sus entornos y la primera víctima de sus depredaciones, (en las llanuras y selvas, en los nevados y páramos, en las cuestas y vertientes, en las sabanas, en sus humedales y ciénagas), es él mismo. Semejante suicidio colectivo de la raza humana que arrastrará con todo lo demás, es el designio perverso y paradójico de su modernidad gobernada por la ambición que nada perdona.

El H2O, la fórmula convencional de los científicos, es el milagroso componente, mayoritario por demás, de cuanto organismo existe y es un hilo de vida desde los diminutos auríferos del páramo, hasta el gigante mar hoy enfermo por culpa del hombre. Vida en sí misma, el agua piensa sin tiempo en los nevados y los hielos polares amenazados, es voz en curso por los hilos del río y pensamiento para la reflexión en los bosques, los humedales y estuarios; voz tronante y avisadora en las corrientes y oleajes, en la lluvia.

Hoy, el agua lucha contra las sequías antropogénicas y es turbión de muerte en el alterado ritmo de las lluvias, los maremotos, las inundaciones.

Y el ser humano, que se creía déspota gobernante de sus ritmos, ha de ser la primera víctima de sus escaseces y de sus furias mortales.

Tres cuartas partes de nosotros mismos, somos agua y pretendemos ignorarlo a nombre del “progreso”.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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