Una tensión existe entre la vida de las abejas polinizadoras a cuya labor se debe la vida de las plantas y, el uso y el abuso de fertilizantes y plaguicidas que los agricultores utilizan para el rendimiento artificial de sus cultivos. Estos últimos, son fruto de los procesos productivos del hommos economicus dentro del marco económico capitalista de producción a bajo costo y en el menor tiempo.
“La ambición rompe el saco”, dice el adagio popular muy conocido por nuestros campesinos pero que en el caso de la contradicción polinizadores agro-químicos, no tienen en cuenta ni ponen al servicio de la vida y de sí mismos. En efecto: el afán ambicioso de productividad en las cosechas está matando con venenos químicos a los insectos que garantizan la productividad de las plantas que producen los frutos; círculo vicioso y suicida.
Lo anterior para decir que el Tribunal de Cundinamarca ordenó hace 8 meses suspender el uso de químicos nicotinoides y el suprenal en toda suerte de cultivos, en razón de ser estos y otros venenos los causantes de la desaparición masiva de miles de colmenas de abejas en detrimento del oficio de los apicultores en Cundinamarca, Quindío, Valle, Meta y otras regiones del país y por sobretodo, de las mágicas polinizadoras como son las abejas.
Por otra parte, Alex Bustos promueve en Caldas una Ordenanza (la 035) que ordena el reconocimiento del derecho a la vida de todos los seres ídem y a la protección de especies como las abejas.
Campañas y propuestas similares deben acceder a las iniciativas parlamentarias que incluyan por supuesto al glifosato cuya aspersión amenaza la vida de la flora y la fauna, los cultivos y ganados domésticos y la salud y la vida de los campesinos.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.