Desde muy pequeña Magda Magaly Carrillo Zambrano, empresaria y abogada, desarrolló una profunda conexión con los animales, marcada especialmente por la influencia de su padre. Juntos ayudaron y rescataron osos perezosos atropellados y animales silvestres que se extraviaban, devolviéndolos a su hábitat natural. Fue gracias a esa experiencia que aprendió a respetar y cuidar la fauna silvestre, lo que le permitió adquirir, de manera empírica, conocimientos básicos de cuidado veterinario.

Esa pasión se transformó en un proyecto personal llamado Hogar de Paso Antopa, un refugio exclusivo para animales silvestres ubicado en Guamal, Meta. Movida por el amor por la fauna, dio vida a la iniciativa en 2022 por cuenta propia, sin apoyo de entidades; más bien, como un acto de responsabilidad social y protección animal. Todo lo relacionado con la atención y el bienestar de los especímenes lo cubre con dinero propio, simplemente porque le nace hacerlo.

El proyecto comenzó con la intención de crear espacios adecuados para el bienestar de los animales, priorizando su comodidad y seguridad desde el inicio. Como recuerda su fundadora, “la primera gran jaula, por decirlo así, eran cubículos con tres paredes de ladrillo y cemento, y una parte abierta con malla”. Con el paso del tiempo, estos espacios fueron ampliados para responder mejor a las necesidades de los animales. “Luego dejamos esos espacios y ampliamos todo, construyendo un corral de más de 60 metros por 40”. Para mejorar las condiciones, también se construyó un domo elevado que permite a las aves volar sin escapar, y que ofrece seguridad a los primates.

En un comienzo, todos los animales habitaban ese espacio sin mayores inconvenientes. “Al principio todos convivían ahí, no tuvimos ningún problema”, pero con la llegada de más especies, se evidenció que algunas no podían compartir el mismo hábitat. Ante esta situación, el equipo decidió acudir a Cormacarena, la entidad encargada de la gestión ambiental y el desarrollo sostenible en el departamento del Meta, para recibir asesoría sobre el manejo adecuado de las especies y asegurar un entorno más armonioso para todos los animales del refugio.

Es por eso que Magda y su equipo de trabajo, quienes también participan en la conservación de las especies, han acondicionado un cuarto de hectárea en cubículos amplios, con jaulas altas, zonas acuáticas y hábitats diferenciados, creando espacios adaptados a las necesidades de cada especie. “Adicionalmente, fuimos aprendiendo e investigando por cuenta propia y fuimos adecuando sus lugares de hábitat”.

En los tres años que lleva funcionando la iniciativa, ha recibido alrededor de 200 animales, en su mayoría silvestres. Actualmente, alberga cerca de 60 ejemplares que conviven en espacios diseñados según sus necesidades específicas. Entre las especies que han tenido y aún conservan se encuentran loros, halcones, búhos, guacharacas, pájaros estaca, y tortugas morrocoy —estas últimas en vía de extinción—. También han cuidado mamíferos como monos aulladores, monos nocturnos, coatís, zarigüeyas, nutrias, venados, ñeques, lapanes y miquitos maiceros. Además, cuentan con algunos sainos o cahuches, conocidos como cerdos de monte. Todas estas especies han sido acogidas con el objetivo de brindarles un entorno seguro y digno, muchas veces como paso previo a su rehabilitación o traslado, en coordinación con autoridades ambientales.

La mayoría de los casos que llegan al refugio provienen por intermediación de la policía ambiental o directamente por Cormacarena. Magda enfatiza que el hogar de paso no recibe animales entregados por particulares, con el fin de evitar fomentar la tenencia ilegal o el comercio de especies. La atención incluye alimentación natural con la siembra de árboles frutales, asistencia veterinaria que va por cuenta propia o en casos específicos, por estudiantes de veterinaria que hacen sus prácticas profesionales en el hogar y con procesos de readaptación.

«Nosotros vamos a los diferentes fruver para que nos vendan frutas y verduras, porque es eso lo que se les da cuando no tenemos en nuestros propios frutales. También compramos carne fresca para los animales que la necesitan, como los búhos, los halcones o la nutria, que comen carne y pescado».

Vivir y trabajar en el mismo lugar le ha permitido integrar dos mundos que, para muchos, parecerían opuestos: la técnica y la naturaleza. Para Magda, ambos pueden coexistir si se les guía con amor y respeto. El Hogar de Paso de Antopa es un ejemplo de cómo la conservación no es tarea exclusiva de biólogos o ambientalistas. También puede surgir desde una constructora, desde la vocación empresarial, desde el corazón de una abogada que, sin pretenderlo, encontró en los animales silvestres una causa para toda la vida.

Fuente: El Espectador

Verificado por MonsterInsights