La abrumadora mayoría parlamentaria con la que culminó –por fin- la discusión sobre la ilegalidad de las corridas de toros en Colombia, es una muestra palmaria de que el tema ya 15 veces debatido, no es postura ideológica de minorías sino el consenso nacional en torno a la prohibición de corridas de toros y similares en el territorio nacional.

Lo que fuera antaño un modus se subsistencia, la cacería fue convertida como lo hemos recorrido en un acto alegórico de poder, primero, en un espectáculo, después y luego en una empresa de minorías, es ahora un horroroso atavismo al servicio de unas minorías anacrónicas y crueles que apenas subsiste por presiones, en algunas regiones de ocho países del mundo con el pretexto de tradición cultural. Con el hecho, la nación y el Estado recobra una posición decente en el escenario universal y de respeto a la vida.

Se espera que los leguleyos interesados no entorpezcan lo que falta del proceso legislativo: la conciliación del texto entre las dos cámaras legislativas y la promulgación por parte del presidente de la república.

Fuerzas políticas de todos los sectores y partidos avalan esta necesidad de sentido común que en algo habrá de participar en la paz que todos necesitamos incluida la naturaleza, amenazada por tantos factores perversos. Constituye esta actitud una legitimación del querer ciudadano en pro de la dignidad humana.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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