El colegio Francisco José de Caldas alberga diariamente a cerca de 600 plumíferos, convirtiéndolo en un santuario donde se educa una generación de guardianes de la vida.

Todas las mañanas, en el Instituto Técnico Industrial Francisco José de Caldas, pequeños cuerpos con plumas y picos puntiagudos revolotean por entre jardines, techos y ventanas. Sus suaves trinos reciben a los estudiantes de este colegio de la localidad de Engativá que convirtieron su institución educativa en un santuario para las aves que viven y visitan la ciudad de Bogotá.

Diariamente, más de 600 aves de diferentes especies, que tienen en la capital su hogar o son simples viajeros de paso, llegan en desbandada a la institución con las primeras luces del día para visitar a sus amigos y cuidadores: la profesora Nancy Tovar y los estudiantes de bachillerato.

‘Espiando las aves’, es el nombre de este proyecto de aula que lleva más de cinco años promoviendo la ética del cuidado por la naturaleza, tiempo en el que ha transformado la vida de 580 estudiantes de bachillerato – 240 actualmente –, quienes cambiaron las láminas de los libros de textos por binoculares y diarios de campo para ‘vivir la naturaleza’ en lugar de simplemente aprender de ella.

Desde las 5 de la mañana, los estudiantes y su maestra alistan los bebederos y comederos que ellos mismos construyen y adaptan para que colibríes, tinguas, mirlas, copetones, cucaracheros, chamones y torcazas, entre otros, cuenten con un espacio seguro, acogedor y reciban un alimento adecuado.

“Esta iniciativa, además de tener un componente ambiental donde se enseña a cuidar el medio ambiente, a proteger las especies nativas y a generar en las niñas y niños una responsabilidad sobre la naturaleza que nos circunda, también tiene un componente pedagógico muy fuerte”, dice Nancy, una profe de corazón verde.

Dos días por semana, los integrantes del grupo limpian los jardines de la institución, podan los arbustos, retiran la maleza y cambian el agua y el alimento; además de estudiar y analizar las especies que habitan su colegio con todo el rigor científico del asunto.

Armados con binoculares y bitácoras, estos jóvenes ‘ornitólogos’ estudian con detenimiento todas y cada una de las aves que llegan a su institución. Establecen sus horarios y hábitos migratorios, el tipo de alimento que consumen, los árboles que utilizan para alimentarse y resguardarse, su fisiología, funcionamiento y todo lo que puedan aprender de estas maravillosas especies.

Pero tal como lo ha experimentado esta comunidad educativa, es mucho lo que se puede aprender ‘mirando los pajaritos’, pues además de conocer la fisiología de las aves a la perfección, los estudiantes aprenden de botánica y de ecología, ejercicio que hace de este proyecto un aprendizaje en varios niveles, y una experiencia enriquecedora.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=nnz4fyYAWDk&feature=youtu.be

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