Desde nuestros orígenes hemos convivido con animales, pero solo en las últimas décadas hemos comenzado a comprender que el centro de las reflexiones éticas y jurídicas no pueden dejar fuera a otras formas de vida, especialmente aquellas con las que convivimos y con quienes formamos vínculos recíprocos de cuidado y afecto.
Las actitudes hacia los animales en general, y en especial hacia los de compañía o mascotas, han ido evolucionando con el tiempo. Años atrás, perros y gatos eran considerados como simples especies domésticas y, por lo tanto, no se reconocían sus necesidades básicas como salud, cuidado, respeto, entre otras. Hoy en día, el concepto de familia ha cambiado: las personas están dispuestas a cambiar hábitos, buscar espacios, invertir dinero e incluso hasta instaurar demandas, las relaciones familiares se han modificado logrando conexiones profundas con otras especies.
Una familia multiespecie es aquella que está compuesta por seres humanos y otras especies animales como perros, gatos e incluso algunas otras mascotas no convencionales y cuyos intereses son tomados en cuenta en las decisiones familiares.
Estas familias están unidas no por unos lazos sanguíneos, sino por unos vínculos afectivos, de dependencia y de responsabilidad que son recíprocos y tienden a ser bastante fuertes, debido a que se reconocen los beneficios que estas relaciones tienen para ambos individuos.
La importancia de la familia multiespecie no es una mera referencia a la interacción cotidiana con animales de compañía, hace alusión a la importancia de establecer prácticas afirmativas al interior de las familias para promover el bienestar humano-animal.