No nos cansamos de insistir en el tema de la pólvora cuyo uso y manipulación irresponsable en estas fechas, se convierte en uno de los primeros factores de desorden ambiental, polución, incendios y atentado a la vida.

La naturaleza es incapaz de protestar ante estos atentados antropogénicos exclusivamente, en razón de no contar, como nosotros, con una comunicación inteligente. La naturaleza está poblada por seres vivos y como tales, sintientes a los que el abuso de la pólvora festiva, atormentan, torturan, enferman y matan sin que muchas veces, sus quejas se escuchen dentro del cerebro humano ni en el seno de las sociedades autodenominadas “civilizadas”: las del ser humano.

Dentro de esos seres vivos se hallan los animales de la fauna silvestre cuyas quejumbres de angustia no se escuchan entre el ruido estruendoso de cohetes y voladores que se queman para divertimentos irracionales. A ellos llegan los contaminantes y venenos; la asfixia por el enrarecimiento del aire provocado por la euforia de los fuegos artificiales; con el agua que beben,
llega la muerte tanto como con los incendios del bosque y la flora; también sufren el embate del ruido.

Y los animales domésticos que por estar más cerca del humano, tienen que padecerlo: el noble caballo en el establo, los caminos y las absurdas cabalgatas, las vacas de los hatos, las gallinas y patos de las granjas, los cerdos, los corderos… Y los animales de compañía, sobre todo en las ciudades donde la orgía del ruido decembrino, el jolgorio de los polvoreros y aficionados irresponsables, atormentan, enloquecen, enferman y matan al perro o al gatico sin que sus pretendidos amos se percaten del daño criminal que les causan. Tampoco las aves se salvan del tormento, ni los peces del río o la laguna, ni las abejas o las mariposas.

Mientras tanto, los industriales cuentan los 350.000 o más millones que según las cuentas oficiales que en Colombia, ganan fabricando y vendiendo sin control alguno al parroquiano de la ciudad y el campo. Piromanía con la que se divertía Nerón mientras Roma ardía para su criminal deleite.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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