Las Islas del Rosario son entre muchos espacios de nuestra deteriorada geografía y desde hace décadas, víctimas de la depredación causada por múltiples agentes: desde el Estado omisivo y complaciente, hasta los turistas sin conciencia; allí, los gremios y las agencias de un turismo que superpone el mercado y la ganancia por sobre los valores de la naturaleza; los poderosos invasores auspiciados por un mercado pérfido –tráfico de influencias-, que cuenta con la delictiva complicidad de notarios, funcionarios y tramitadores de tierra; la inconciencia colectiva de turistas desinteresados que dejan a su paso la huella de la destrucción y el desperdicio de la sociedad consumista; el negociante de urbanismos clandestinos que convierten las reservas naturales inapropiables por el particular, en criminal mercancía; y, tras ellos los explotadores de madera, los pescadores industriales, los cazadores, los incendiarios que deforestan, matan las costas, los animales y la flora silvestre.

Intereses de poder de quienes gobiernan, placer de nuevos ricos, oportunismo de negociantes de lo ajeno, son los fabricantes del desastre ambiental de islas, islotes, costas, bosques y mares; nada diferente de cuanto ocurre en las selvas amazónicas, en la costa pacífica, en los nevados y páramos, en los parques naturales de reserva, en los humedales y lagunas, en las explotaciones mineras clandestinas o legales, en los extintos bosques convertidos en pastizales por los industriales ganaderos, aquí, allá y acuyá del territorio nacional: un sinfónico concierto para delinquir.

La Fundación se ocupará más delante de los detalles de esta conquista arrasadora sobre las indefensas islas del Caribe ahora en manos de enemigos de la ecología y de la nación.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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