Un cruce complejo de conceptos éticos, biológicos, culturales e históricos constituyen ciertas prácticas del lejano oriente, complicado ahora por la virtual asepsia ordenado y practicado por el actual gobierno del “gigante chino”, ante el rebrote de la pandemia que azota el mundo.

Se trata de saber y conocer a fondo los criterios del gobierno chino y sus drásticas medidas relacionadas con el sacrificio indiscriminado de mascotas (perros) que como se sabe, hacen parte de los hogares chinos, con la idea drástica pero poco científica de prevenir la proliferación social del coronavirus.

En tanto que la ciencia universal no dictamina la posibilidad de ser los animales, en particular los animales caseros o domésticos ni los causantes, portadores e inoculantes del temible virus, la disyuntiva constituye un falso dilema entre la vida de las mascotas o la vida del género humano, dilema que por demás plantea el horror de destruir la vida de la naturaleza y alterar fatalmente la subsistencia de todos y el trauma afectivo causado por el sacrificio de la mascota, -parte sentimental del hogar-, al ser humano: problema ético y social sin precedentes.

Recordamos sí que esa vieja cultura oriental, cuyo gran renacimiento ocurrió hace más de 7.000 años, tiene sin embargo arraigos culturales sorprendentes e inexplicables en cuanto al comportamiento para con los animales, domésticos o de la fauna silvestre. Las mitologías de sus pueblos fundadores y muchas de sus costumbres preservadas, indican sacralizaciones y demonizaciones de especies ligadas violentamente a los ritos y creencias y que su “menú” alimenticio no tiene miramientos ni a veces evitan crueldades extremas con los animales: micos cuyo cerebro ofrecido con el simio vivo al que le destapan el cráneo, es una exquisitez; sacrificio de perros y gatos para servir en el plato de los comensales y cacería de la fauna exótica para consumir en los restaurantes y las casas. Se dijo hace dos años, cuando empezaba la pandemia, que el consumo de murciélagos era la causa de su presencia en el organismo humano.

Estas actitudes culturales y costumbres, sometidas ahora con excesos gubernamentales al control rígido de la autocracia social constituyen una afrenta a la vida cultural y sentimental de sus habitantes y un reto a la ciencia.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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