-La Pólvora

Los juegos o fuegos pirotécnicos fueron hace rato arrebatados a los diestros, expertos fabricantes y manejadores del difícil y riesgoso espectáculo. Se los arrebató –con la anuencia permisiva del Estado-, una tradición popular sacralizada como bien cultural por empresarios e irresponsables usuarios que se divierten con el peligro inminente de tales objetos.

El uso indebido de la pólvora en el Diciembre que terminó, duplica los desastres de los últimos años: más de 900 humanos –mayores, mujeres y niños-, sufren hoy por cuenta de intoxicaciones , mutilaciones , quemaduras de tercer grado y heridas letales con saldo de muertes entre usuarios y gente ajena al deporte traidor. Y qué decir de los animales del monte o la ciudad, víctimas pasivas del desmadre de los pirómanos; de los bosques y jardines, de los daños físicos producidos por los incendios que la pirotecnia convertida en piromanía, deja.

-Toros, Gallos y Caballos

Los toros, otra “traición cultural” afianzada por empresarios y fanáticos del deporte de la sangre y la tortura ejercida sobre los astados, persiste como diversión a pesar de las positivas campañas y controles sociales y administrativos contra su práctica.

Lamentable que Cali persista en esa práctica en decadencia y que Manizales insista en adoctrinar a los niños en este espectáculo dañoso para su sensibilidad. Cali suprimió en cambio, las tumultuosas cabalgatas mientras que Manizales persiste en ese desfile torturante y peligroso. Caso aparte como práctica de los montadores de caballos fue el del depredador en una población del Tolima que acostumbraba “animar” a su cabalgadura con choques eléctricos infligidos. Ese sujeto debe encontrase ya en la cárcel.

Quiérase que se insista en prohibir las corralejas “traición popular” de algunas localidades de la costa, salvaje espectáculo y peligroso deporte que sacrifica toros, caballos y personas ebrias para gusto de las poderosas galerías de gamonales.
Y el tema de las riñas de gallos otra diversión “traidora” que con pretextos culturales promueven clanes interesados en convertir a los plumíferos en ruletas vivas.

Todos estos actos son capítulos de una guerra perversa contra la naturaleza: la de los ecosistemas la que ofende el derecho de los animales y, por supuesto la de la vida, el bienestar y la dignidad de las personas.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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