Con el objeto de preservar los cultivos y su rendimiento frente a numerosas y diversas plagas (rastrojos, insectos, gusanos, aves, etcétera), científicos e investigadores de todo el mundo, elaboran desde hace décadas venenos mortales para extinguir las plagas; el grado de mortalidad de dichos preparados varía según el objetivo de sus campañas, sin miramiento al peligro que supone su uso en relación con otras plantas o animales que componen la biodiversidad y los procesos ecológicos y a veces, sin tener en cuenta ni siquiera, el daño evidente a la salud y la vida del hombre.

Son procesos de la ciencia que no pocas veces desbordan sus propios cometidos ante lo cual es preciso iniciar campañas de alerta, medidas sancionatorias y prohibiciones drásticas de muchos de esos plaguicidas; así lo ha entendido el mundo ante daños evidentes: la extinción de especies fundamentales para la misma polinización como es el caso dramático de las abejas cuya existencia en Colombia está en peligro; animales domésticos, plantíos de la agricultura, aguas corrientes fundamentales para la vida y el ser humano, sufren el descontrol de tales hechos que constituyen paradójicamente, una plaga más y más peligrosa que la que se pretende enfrentar….

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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