El medio ambiente es un bien natural inapropiable y universal. De su existencia, depende la vida todos cuanto somos seres vivos en la tierra.

Desde el punto de vista utilitarista pragmático, se piensa en los recursos naturales para referirse a la naturaleza como “UN BIEN” extraíble, útil y mercantilizable. Tal el caso de quienes depredan los bosques para la madera, perforan el suelo y el subsuelo para extraer metales, piedra o hidrocarburos o alteran el curso de los ríos para beneficios particulares, causando daños irreversibles a los ecosistemas y al medio ambiente con consecuencias fatales como el cambio climático que hoy nos amenaza.

Las responsabilidades del daño y el oscuro futuro, son de todos, desde el ciudadano del común hasta las empresas y los estados que privilegian el negocio y el poder por sobre la vida que es un bien común.

A propósito de la comisión de científicos de las Naciones Unidas y su informe de la semana pasada al cual nos referimos entonces, se ha desarrollado una afanosa curiosidad de comentaristas y medios para alertar sobre el fenómeno climático que implica medir las posibilidades de vida universales apenas en decenas de años.

No hay tema que escape a su importancia actual: el turismo, por ejemplo considerado por el gobierno colombiano como enclave del desarrollo económico, empieza por ignorar el valor intrínseco del medio ambiente para convertirlo como en el caso de los Parques Nacionales Naturales, en fuente de ingreso turístico con infraestructuras hoteleras riesgosas y desplazando de sus funciones a los conservacionistas ecoturísticos locales para reemplazarlos por la gran empresa destructora. También es notoria la generosidad estatal para con las mega industrias internacionales de la minería a las que, cambiando las fronteras de páramos y de reserva, otorgan licencias de exploración; también cuando retóricamente habla de la recuperación forestal con siembra de árboles maderables o cuando impone sobre lo normativo, la búsqueda de petróleo con Fracking o la destrucción del narcotráfico mundial regando en nuestros bosques, ríos, cultivos y poblaciones el venenoso glifosato. Todo esto atenta contra el medio ambiente y favorece el calentamiento global y la crisis climática.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta S.H.

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