El 8 de agosto, una comisión de expertos de las Naciones Unidas empieza a dar a conocer un alarmante informe sobre el cambio climático del mundo. No se trata de una predicción que, para los enemigos del medio ambiente es mera especulación, sino de una realidad desastrosa que el mundo sufre irreversiblemente.

Desde mediados del siglo pasado, los científicos mundiales han observado y advertido que el ser humano, la sociedad, los Estados y la industria, son los responsables e inductores de dicho cambio negativo, que en el día de hoy es una realidad tangible.

“El desastre ya está en casa”. En este planeta maltratado y ultrajado por la desmesura del mercado, la explotación y la ganancia de los voraces mercaderes consumistas y depredadores. Estratosfera y atmósfera con las capas de ozono y el aire enrarecidos cuya mortal alteración el planeta ya la muestra; índices mortales de toxicidad y veneno en el aire que respiramos; superficies terrestres arañadas y sus grutas violados y amenazados todos los seres que las pueblan; los mares, ríos océanos, inundados por residuos y sobrantes del consumo y la industria y que son pena de muerte para la vida de la flora y la fauna marítimas. El subsuelo violentamente penetrado por invasiones petroleras y metalúrgicas. Todo, en conjunto constituyen factores de depredación que hacen que hoy, la tierra sus habitantes –todos-, se hallen en peligro evidente.

Los gobernantes y los poderosos que se lucran de la destrucción terrestre , piensan que todo puede seguir igual y se limitan al ritual perverso de las palabras y los pactos que incumplen; el mundo que necesita reducir en por lo menos 2.5 grados las temperaturas, ya sabe que en término de diez años éstas subirán 3.5 grados por encima de las metas de emergencia suscritas en París en 2015, pero la dirigencia mundial desoye los pronósticos y engaveta el riesgo de perecer en una cesta de lugares comunes y retóricos.

No les basta con observar a diario la destrucción del mundo: cambios estacionales de las formas del clima, del régimen de lluvias y de las temporadas secas ni se inmuta ante la mortandad que dejan terremotos, tsunamis, incendios, deslizamientos, sequías, hambrunas, pandemias, todo abrazando la tierra sin que quede un rincón del mundo para poder evitarlo.
Seguimos deforestando a sabiendas de que los árboles como las selvas, de África y la Amazonia, son las fábricas del oxígeno y el pulmón del mundo. El maltrato de las fuentes de agua o sus depósitos como páramos y glaciares son un crimen contra la humanidad practicado por los traficantes del clima.

Los científicos, además de fijar las responsabilidades, señalan el camino para que el drama no sea tan mortal como el que los hechos denuncian y para que un acto de voluntad universal, asuma el mando de la realidad.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

Abrir chat
Hola, ¿En qué te podemos ayudar?
Verificado por MonsterInsights