Hoy 22 de julio, el mundo reitera su actitud contra los daños y peligros que representa la minería a cielo abierto.
Este tipo de explotación del recurso natural no renovable de la minería, de origen fósil, a más de ser como su catalogación lo indica, “no renovable”, es decir que se agota en algún momento, supone el arrasamiento de inmensas áreas de capa vegetal, la perforación de sectores inmensos para lograr una extracción por superficies del mineral, con las graves consecuencias ecológicas y humanas que significa para toda una región.
El Cerrejón, en la costa caribe-guajira colombiana es la típica explotación de carbón que el mundo rechaza. Esa mega industria se inicia entre controversias en la década de los ochenta cuando en debates parlamentarios; Luis Carlos Galán objeta las formas contractuales y la injerencia política y de capitales extranjeros y señala que en todo caso debe primar el interés ecológico y social de las comunidades afectadas.
Los daños y traumas estuvieron a la vista: desde el desplazamiento de poblaciones indígenas, hasta la presencia perversa del paramilitarismo como autodefensa contratada por la trasnacional interesada; desde el cambio de zonas agrícolas y ganaderas con la consecuente vacancia de familias enteras, hasta la polución, partículas graves para la salud. Desde el desvío inconsulto de ríos y quebradas del líquido vital para poblados adyacentes para usos de la explotación minera, hasta la inundación de partículas dañosas para la salud del mar y las costa en detrimento de ciudades y poblaciones turísticas y de la limpieza de las costas caribes.
De otra parte desde tiempos de Galán se anotó la inequidad y el deterioro comercial a mediano plazo por la pérdida gradual de la relación positiva de costo-beneficio como se verifica ahora cuando las compañías extranjeras se retiran y el país queda con el hueco y con las pérdidas no solo económicas sino ambientales y sociales. La Paz también queda amenazada por ese proceso minero de 40 años.
Fuente: Fundación Amigos del Planeta.