Hemos comentado ya la crisis que supone ese reparto grosero que las potencias del mundo han hecho de todos los mares que constituyen el gran océano. A partir de la declaración de “aguas internacionales” de ciertas zonas marítimas alejadas de las costas, las mega empresas pesqueras montaron explotaciones sin control donde extraen del océano miles de toneladas de toda suerte de especies marítimas, hasta el agotamiento de especies, sacrifican con sus redes mortales y sus arpones letales otras que luego devuelven al mar maltrechas o muertas en un claro atentado a la biodiversidad oceánica; a ello se agrega la violación de los tales límites que demarcan las zonas internacionales, para agredir en lugares costeros la soberanía de las naciones y los lugares de reproducción de numerosas especies; tal el caso de las pesqueras chinas que devastan las costas pacíficas de América.

Otro tema negativo es el gravísimo proceso que el Japón lleva a cabo a propósito y desde el desastre de Fujiyama con la ruptura de su central atómica. Tan grave o más que el asunto de Chernovil ha sido este desastre japonés; y se ha sabido que se pretende devolver al océano, en canecas, mil millones de toneladas de agua radioactiva que serán liberadas hasta el año 2022. El mundo debe mirar este procedimiento que a mediano plazo puede resultar mortal.

  • Colombia no es ajena a tanta destrucción marítima: en efecto, se sabe que a propósito de los ciclones (Iota) que arrasó viviendas e infraestructura de Providencia, en las Antillas colombianas, se destinaron cientos de millones de pesos para su científica reconstrucción. Pero señalan quienes saben y desde la maravillosa isla, que lo único notable que se encuentra allá, es la construcción de un complejo militar para albergar, según se dice y se deduce, un batallón militar y/o una base naval sin que las viviendas e infraestructuras hayan sido objeto prioritario de la reconstrucción. Las primeras víctimas del malhadado proyecto, han sido los manglares que para el montaje militar ha sido destruido con sus terribles consecuencias ambientales.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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