A propósito de la campaña por nuestras selvas y con ocasión del día internacional de los bosques, el desastre que evidentemente constituye la irrigación de venenos como el glifosato, con el cual el Estado pretende (bajo la inspiración gringa), insistir en el fracasado proyecto de acabar con el problema mundial de la cocaína, asperjando glifosato en diversas regiones colombianas. No escapan al siniestro plan, ni los cultivos de campesinos, ni las aguas de los ríos y sus fuentes, ni las etnias aborígenes o las poblaciones negras, ni la costa pacífica, ni el Urabá o los páramos, ni la llanura oriental, ni las selvas amazónicas, desde el Putumayo hasta el Guaviare, desde el Meta hasta Leticia, sin miramiento alguno; los bosques y el agua, serían, junto a la gente, víctimas del operativo.

Se dice por ejemplo, que el medio millón de hectáreas perdidas y no recuperadas en la selva amazónica son efecto exclusivo de los cultivos ilícitos cuando bien se sabe que son fruto perverso de la clandestina industria maderera o de los pastizales de la ganadería extensiva o la minería de poderosos invasores.

Un estudio de Adam Isacson de 2015 (El Espectador, 6 de mayo de 2015), luego de los primeros fracasos y de las primeras protestas del mundo científico internacional, señalaba que “la aspersión aérea seguiría siendo una política ineficaz” y que “la fumigación (es) una reliquia de la guerra contra las drogas (y que) no tiene lugar en esta visión del posconflicto”. Señala entre otros daños el causado y demostrado, como agente cancerígeno de acuerdo a la OMS y que para la época (hace 6 años), por orden de los Estados Unidos, Colombia había rociado en 20 años “unos 1,75 millones de hectáreas de territorio rural”, siendo Colombia “el único país productor de coca que permite la fumigación aérea con herbicidas”; para entonces, el Departamento de Estado de USA había gastado 2.000 millones de dólares en herbicidas.

Adicionalmente a los daños a la salud humana, al perjuicio sobre otros cultivos y cría de animales domésticos, del daño a la fauna y flora silvestres y de los conflictos internacionales suscitados, “la fumigación ha hecho muy poco para disuadir el cultivo de coca…la fumigación insta a los cocaleros a migrar y cultivar en nuevas áreas, difundiendo la destrucción del medio ambiente…” en un loco juego del gato y el ratón.

En base a una sorpresiva “certificación” norteamericana al gobierno de Duque, este gobierno insiste en fumigar, por sobre los pronunciamientos jurisdiccionales del Estado, tanto que el senador demócrata Patrick Leahy “expresó su molestia por la decisión del Departamento de Estado”.(El Tiempo, marzo 14 de 2021).

Como en el caso del fracking, el gobierno acude a recursos y maniobras engañosas para “legalizar” sus decisiones. Los bosques y el agua entretanto, aspiran a sobrevivir.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

Abrir chat
Hola, ¿En qué te podemos ayudar?
Verificado por MonsterInsights