El tiburón, todas sus especies, son naturales habitantes del océano. El hombre, es habitante de la tierra y explorador ocasional de los mares; fisiológica y morfológicamente el homo sapiens- el ser humano tiene su hábitat natural en la tierra y el tiburón, por lo mismo, lo tiene en los mares.

Los hábitats ajenos y extraños, son peligrosos para el hombre: las selvas, sus peligros por causa de las fieras, los insectos, las plantas venenosas; el clima de páramos y nevados que puede producir hipotermia u otros accidentes de altura. También las cuestas, los lagos y los ríos. La misma ciudad tiene sus peligros para la vida e integridad humana.

Se sabe que el tiburón blanco o el tigre son subespecies peligrosas de entre más de 150 especies conocidas y que dentro de su menú ordinario no está el ser humano y que ataca cuando se siente amenazado.

El tiburón surte su comida en el fondo del mar y emerge cuando otras faenas de pesca (como la pesca industrial) la agotan o, cuando desperdicios humanos lo atraen en proximidades de la costa.

En casos de grave exposición humana a su peligro, la solución no es (como en los conflictos humanos y sociales), la extinción “del otro”, pensado como su enemigo.

De otra parte, muchas subespecies de tiburones se encuentran en vía de extinción por obra del humano que, ante todo, debe respetar el mar y saber que su caza o exterminio es un delito en la legislación universal y colombiana (de 5 a 8 años de prisión).

El tiburón, para la ciencia y la vida, es un indicador ecológico y ambiental, útil para la vida humana y sus actividades por lo que debe protegérsele.

El caso desafortunado del turista en San Andrés y Providencia, no puede dar lugar a un ecocidio y debe servir como lección tanto a turistas como nativos para respetar el mar y su universo.

Fuente: Fundación Amigos del Planeta.

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