En Irpin, Ucrania, donde la guerra dejó calles rotas y hogares vacíos, Nastya Tikhaya camina con perros que ya no caminan solos, son mayores, discapacitados, olvidados, pero para ella, cada uno merece llegar a salvo.

Junto a su esposo Arthur, Nastya cruza ríos sin puentes, zonas peligrosas, esquiva escombros para cargar cuerpos frágiles que aún quieren vivir. Su labor es salvar a animales vulnerables, perros mayores, discapacitados y olvidados por sus dueños.

La foto de Nastya guiando a varios perros en sillas de ruedas se volvió símbolo de resistencia, no por lo que muestra, sino por lo que exige: que nadie sea abandonado.

Han salvado perros, gatos, camaleones, tortugas, hámsteres… incluso arañas. Y aunque el camino es largo, Nastya no se detiene, porque hay cuerpos que no corren, pero aún esperan, y hay corazones que no preguntan si vale la pena, solo aman.

Ucrania sigue en guerra, pero mientras haya personas como Nastya, la compasión seguirá cruzando fronteras.

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