Los zoólogos hacen grandes esfuerzos por conservar especies endémicas, pero la comunidad científica internacional está de luto tras confirmarse definitivamente la extinción de la musaraña australiana, el último representante de su linaje de la Isla de Navidad. El anuncio se hizo oficial el pasado 10 de octubre de 2025, cuando se inscribió su nombre en la Lista Roja de UICN, que certifica que este pequeño mamífero ha pasado a la categoría de extinto.

Con este hallazgo se acaba con más de un siglo de incertidumbre sobre su paradero, se une a una lista de 40 especies de mamíferos terrestres desaparecidas en el país desde 1788.

A comienzos del siglo XX, la musaraña australiana, era una especie abundante en los densos bosques de la isla de Navidad, su pequeño tamaño y hábitos nocturnos la convertían en una pieza esencial del ecosistema, alimentándose de insectos y ayudando a mantener el equilibrio ecológico. Por desgracia, la desaparición de esta musaraña no es un hecho aislado, sino parte de una serie de colapsos ecológicos, la llegada de ratas negras y parásitos, el impacto de gatos asilvestrados, serpientes y hormigas, que alteraron drásticamente la red alimentaria.

La acción humana tuvo parte de culpa. Hay que sumar las transformaciones provocadas por la minería, los asentamientos humanos y la degradación del bosque, que redujeron aún más el hábitat disponible.

La extinción de la musaraña australiana ofrece tres lecciones clave: En primer lugar, la vigilancia de enfermedades debe integrarse en la bioseguridad de las islas, antes de que los brotes se vuelvan incontrolables. En segundo lugar, las respuestas rápidas y transparentes pueden marcar la diferencia entre la supervivencia y la pérdida definitiva de una especie. Y, por último, las estrategias de conservación deben adaptarse al comportamiento y tamaño de las poblaciones objetivo, usando herramientas modernas como el ADN ambiental o la detección acústica.

La pérdida de la especie significa el fin de su función en la red trófica, donde actuaba como insectívoro, controlando poblaciones de insectos que, sin un depredador, podrían aumentar y dañar la vegetación. La musaraña contribuía a airear el suelo y reciclar nutrientes, un papel ahora ausente.

Este caso resalta la urgencia de controlar las especies invasoras para proteger otros ecosistemas de amenazas similares, como la deforestación y la expansión urbana. La extinción borra permanentemente una parte única de la historia evolutiva australiana.

Fuente: Infoabe

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